propiedades medicinales
Hoy en día la lengua de buey tiene un uso menor, pero se le reconocen variadas virtudes medicinales. Se recoge sobre todo por sus propiedades emolientes y expectorantes, para combatir la tos, catarros de los bronquios y vías respiratorias altas. También alivia los dolores inflamatorios, y se utiliza popularmente como diurética y contra la diarrea. La raíz y las semillas, además de expectorantes son depurativas.
La lengua de buey es de sabor mucilaginoso e inodoro; se puede tomar en vino o infusión. Sus partes activas contienen alcaloides, mucílago (el de las flores es expectorante contra la tos), ácido salicílico, cinoglosina, consolidina, antocianinas (pigmentos) y otras sustancias.
En las antiguas farmacopeas hispánicas aparece la lengua de buey como una de las cuatro flores cordiales, junto con la borraja, la violeta y la rosa. Además, era buscada profusamente para curar afecciones cardíacas y del aparato urinario. El botánico y médico alemán del siglo XVI Tragus, dice en su obra: "Sus azules florecillas, con aguardiente y azúcar, fortifican el corazón y tornan alegres a los hombres melancólicos"; otros autores clásicos decían sobre las raíces y semillas que tomadas con vino "no dejan subir el veneno hasta el corazón". Otra indicación era el de remedio y antídoto contra la rabia.
La lengua de buey también tenía antiguamente otras utilidades no medicinales, tales como la de tinte rojo, que era extraída de la raíz; de hecho, el nombre griego anchusa significa teñir o pintar. Galeno cita otro uso de esta planta como uno de los más antiguos cosméticos.